Las madres

Normalmente me gusta ver los días del año según nuestro hermoso año litúrgico, ignorando los nuevos días seculares de celebración, tales como el día del perro, del gato, de esta profesión o la otra… son un residuo de la Revolución Francesa que intentó reemplazar todo lo sagrado por humano. Muchos de esos intentos dieron origen al mundo como lo conocemos, aunque muchos fueron dejados de lado porque aun una sociedad revolucionaria y que activamente se alejaba de Dios y la Iglesia supieron que habían entrado a lo ridículo.

Pero hay un par de celebraciones seculares en las que participo, y una de ellas es el Día de la Madre. A diferencia de otros objetos de celebración, todos nos podemos encontrar en alguna posición en este día, sea como madres, hijos, esposos, nietos, etc. Porque aunque no tengamos todos lo mismo, al menos todos tenemos una madre. Buena o mala, viva o muerta, pero la tenemos.

El día de la madre es el verdadero día de la mujer. No todas las mujeres llegan a ser madre, pero como mujeres estamos diseñadas para ser mamás, y cumplimos con nuestro propósito al convertirnos en mamás. Buenas mamás. El amor de una madre ha sido repetidamente reconocido como el amor más grande entre los humanos, y más cercano al amor de Dios, y lo estupendo es que todas las mujeres tienen el potencial de ser el sujeto de ese amor. Es de los cambios más hermosos de los que podemos ser testigo: cuando una mujer se convierte en madre, se convierte en alguien superpoderoso, con poderes casi sobrenaturales, su carácter se define más y su ternura se multiplica.

Aunque no todas las mujeres se convierten en madres de la misma forma. Paradójicamente, llegué a comprender más profundamente el papel de una madre al escuchar a una monja hablar sobre su vocación. Uno podría pensar que una monja nunca podrá ser madre una vez tomados los votos, pero en realidad una monja se convierte en madre de una comunidad, de religiosos o laicos. E incluso las mujeres que no se casan o no se han casado, comienzan a desarrollar el instinto maternal. Por supuesto no con la misma intensidad que una madre que da a luz, pero dependiendo de cómo actúe en su vida, una mujer puede llegar a ser madre de aquellos que están a su alrededor. Es el papel más fundamental de las mujeres, y las mujeres están equipadas para esta misión.

Desafortunadamente la maternidad está siendo atacada en el mundo moderno. Se pretende que ser madres ya no sea el propósito principal de las mujeres, sino una de tantas opciones, en muchos casos incluso es un accesorios, y lamentablemente en muchísimos más es una inconveniencia, algo a evitar, un error que se debe evitar, o hasta borrar.

Recuerdo que hace dos años, en el mismo día de la madre, hubo marchas para promover el aborto cerca de aquí. La ironía no fue casualidad. El diablo sabe en qué momento pelear sus batallas, y en este momento hay suficientes personas convencidas de que ser madres no es algo a lo que una mujer deba aspirar, y que la vida no es tan importante. Es un momento perfecto en la historia de la humanidad para lanzar un ataque de este tipo.

El ataque a la familia siempre ha sido una de las herramientas más fuertes del demonio. No es la más fácil de emplear, pero una vez puesto en marcha, crece como una bola de nieve, y en este momento nos encontramos en medio de una crisis de familias. El matrimonio se ha desasociado del sexo, y el sexo de los hijos. En lugar de promover las virtudes y los valores, la educación promueve los anticonceptivos. Los papás se están volviendo redundantes y las mujeres quieren ser iguales a los hombres, no en su dignidad, sino en su profesión, en su papel en la sociedad. Se disuade a la mujer de ser madre, se le dice que en su lugar debe ir tras una carrera, prosperar en su profesión y desconfiar de los hombres, y definitivamente no ser el tipo de mujer que se ocupa de la casa.

Si una familia tiene muchos hijos, se presume que los padres han sido descuidados o que tienen poca educación.

Si una mujer se dedica a la casa, se le ve con lástima o con envidia, porque hoy en día es un lujo que una mujer no tenga que salir a trabajar.

Una familia tradicional completa que dure muchos años es más la excepción que la regla.

Ese no es el plan de Dios.

Todos sufrimos con estas imperfecciones en lo que es la base de la sociedad — la primera pieza en el rompecabezas de nuestras vidas: la familia.

El matrimonio no es un simple contrato; es un sacramento, una alianza que se sella no con palabras de hombres sino con el sello de Dios. Hay una razón por la que en la Biblia se compara la relación entre los esposos con la de Jesús con la Iglesia. Es una relación que supera toda relación terrestre, que puede llegar a ser perfecta si los esposos la entienden y practican bien. Al tener par en Jesús y su Iglesia, el matrimonio ha sido santificado. Pero en el mundo. lo tomamos como si fuera poca cosa. No lo es, es gran cosa.

La mujer, fiel a su esposo, tiene un papel completamente diferente al del hombre, y totalmente necesario e igualmente importante. Cuando las mujeres se esmeran en escapar a esta diferencia y no cumplir su papel, el mundo se queda huérfano.

Por eso me parece que es importante celebrar de manera muy especial a nuestras madres, donde sea que estén. Puede que no todos puedan tener su familia perfecta, pero el hecho de que estemos en este mundo es gracias a nuestras madres. Nuestras madres que, a pesar de todos los inconvenientes, nos dieron a luz, e hicieron lo mejor que pudieron por nosotros.

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